Cada vez se dispone de más información sobre la importancia que tiene la alimentación infantil en los primeros años de vida, no solo ya para su correcto desarrollo sino también en la prevención de la aparición de enfermedades crónicas durante la vida adulta.
Es fácil comprender que durante el primer año de vida la dieta debe adaptarse a un aparato digestivo en desarrollo, además de a la falta de piezas dentarias entre otras cosas.
Debido a la proporcionalmente mayor superficie corporal del lactante, la inmadurez de la piel, que retiene peor los líquidos y a un metabolismo basal mayor, entre otras razones, tienen aumentadas las necesidades de aporte hídrico que a esa edad es crucial y debe estar en torno a los 150ml/ Kg corporal por día, según las distintas fuentes consultadas.
En general los lactantes tienen todas las necesidades de micronutrientes (vitaminas y minerales) aumentadas respecto al adulto. En relación al sodio no se ha encontrado en la literatura consultada base científica que justifique que se limite su ingesta, aunque no se recomienda que se ingieran más de 3 g de sal al día.
Se ha descrito que tanto la deficiencia de vitamina D como la de hierro es menos frecuente en aquellos recién nacidos que reciben leche materna. Deben tomar 400 UI de vitamina D los lactantes alimentados a pecho menores de 1 año y todos los alimentados con fórmulas que ingieran menos de 1 litro al día de las mismas.
Durante los primeros 6 meses el lactante tiene muy aumentadas las necesidades de energía respecto al adulto, fundamentalmente debido a un metabolismo basal muy elevado. Del mismo modo el perfil calórico es distinto durante la lactancia, siendo los requisitos grasos algo más altos que para el adulto, debiéndose prestar especial atención al consumo de los ácidos grasos esenciales que como se está viendo son de particular importancia para la capacidad de aprendizaje y la agudeza visual, entre otros aspectos en estudio. También los requisitos proteicos diarios están aumentados si se comparan con los de los adultos y además se necesita un mayor aporte de aminoácidos esenciales (aquellos que no sintetiza el propio organismo) que en el caso de estos niños suman dos más, la cisteína y la tirosina. Del 100% de la energía que se consume a diario, para un adulto en condiciones fisiológicas normales, un 50% lo aportan los hidratos de carbono, un 30-35% lípidos y el resto proteínas. Los hidratos de carbono tienen un porcentaje menor dentro del perfil calórico, respecto al de los adultos e inicialmente debe estar basado fundamentalmente en la lactosa y posteriormente también en el almidón proveniente de cereales. Durante estos primeros seis meses el resto de “azúcares” incluida la fructosa (fruta, miel…) deben evitarse ó limitarse para impedir que el lactante se acostumbre al sabor dulce y para no aumentar el riesgo de obesidad ó caries, en el futuro.
Si existen dudas sobre si la producción de leche materna es suficiente, se puede tomar como referencia el estado de ánimo del lactante que si está bien alimentado será activo y alegre, hará deposiciones blandas y de color amarillento y mojará los pañales con una frecuencia cercana a 7 diarios. Respecto al ritmo de las tomas, algunos profesionales son partidarios de programarlas mientras que otros defienden que se haga a demanda. Lo cierto es que las tomas pueden ser muy variables en frecuencia y tiempo dependiendo del lactante, de su edad, de la madre, etc., por lo que en general la pauta alcanzada en cada momento y caso suele ser individual. Existen solo algunos casos de afecciones del lactante y/ó la madre que no hacen aconsejable la alimentación con leche materna, pero en el resto de los casos, en general se aconseja la alimentación con leche materna como mínimo hasta el 6º mes y luego continuar junto con la comida complementaria hasta los 2 años. Si la alimentación con leche artificial fuera necesaria existen numerosas marcas disponibles con todas las garantías para la salud y el buen desarrollo del lactante. En estos casos deben seguirse estrictamente las recomendaciones del fabricante, utilizar el cacito de la fórmula comprada y nunca otro. Además al llenar los cacitos deben quedar rasos y no comprimir el contenido, con el objeto de no variar la proporción entre fórmula y líquido con el peligro de deshidratar al lactante.
A los 6 meses de edad el aparato digestivo y el renal han mejorado su capacidad y comienza la dentición. Además la leche materna comienza a no ser suficiente en cantidad. Es alrededor de esta edad (algunos especialistas recomiendan entre los 4-6 meses) que se recomienda añadir alimentos distintos a la leche materna, de forma gradual y en pequeñas cantidades inicialmente. Dicho esquemáticamente queda así:
–6º mes: cereales sin gluten (arroz y maíz por ejemplo) en biberón ó papilla usando leche materna ó artificial.
–7º mes: frutas y verduras en papilla. Debe evitarse un aporte alto de fibra hasta los 9 meses usando aquellos productos que no la contengan en gran cantidad. Así mismo deben evitarse las espinacas, acelgas, coles, remolacha, nabos y todos aquellos alimentos ricos en nitratos, que se introducirán tras cumplir el año y las frutas tropicales, que también se introducirán tras los 12 meses de edad.
–8º mes: papillas de carnes (algunos autores las indican desde los 6 meses de carnes magras cocidas ó asadas tanto blancas como rojas) y de cereales con gluten (trigo, avena, etc.) prestando especial atención a la tolerancia.
–9º mes en adelante: papillas con pescado y huevo cocido prestando especial atención a la tolerancia. La clara de huevo y algunos pescados son altamente alergénicos y se recomienda en algunos casos no introducirlos antes del año de edad especialmente si existen antecedentes familiares de alergia alimentaria conocida. Se recomienda evitar aquellos pescados que podrían estar más contaminados por mercurio como son pez espada, tiburón, atún rojo y lucio.
–Hasta los 12 meses se irán manipulando las texturas para que poco a poco los alimentos estén algo menos triturados hasta llegar a consumirlos incluso troceados (asados ó cocidos). El niño podrá chupar y/o mordisquear frutas y pan entre otros alimentos siempre bajo supervisión de un adulto evitando aquellos que puedan causar atragantamientos como aceitunas, uvas, frutos secos, vegetales duros crudos troceados, etc…. Todo esto tiene también un objetivo educacional respecto al modo de comer y a los utensilios que empezará a intentar utilizar.
-En torno a los 12 meses se empezarán a introducir alimentos enteros muy cocidos, arroz, pasta y legumbres (estas últimas de una vez a la semana a una vez cada dos semanas según tolerancia).
-Hasta el año de edad la mitad de las calorías diarias deben ser aportadas por leche materna ó leche artificial.
-No olvidar ofrecer agua con frecuencia, pero evitar producir sensación de llenado al niño usando infusiones ó zumos industriales, lo que podría desplazar la ingestión de otros alimentos más necesarios.
-No son recomendables la leche de vaca, quesos, yogures diseñados para adultos y la nata hasta después del año de edad. La alergia ó intolerancia a la leche de vaca no aparece al primer contacto con la misma, aunque pudiera parecerlo. Un lactante puede estar ingiriendo proteínas de la leche de vaca en pequeñas cantidades a través de la leche materna ó a través de fórmulas de leche artificial. En caso de confirmarse el diagnóstico referente a la alergia ó intolerancia, deberá consultarse con el pediatra, que indicará entre otras cosas una dieta libre de proteína de leche de vaca (la madre no deberá ingerirla en caso de lactancia materna ó se usarán fórmulas especiales en caso de lactancia artificial).
-No se recomiendan dietas vegetarianas antes de los 2 años.