El término médico más apropiado para acuñar esta dolencia es enfermedad hepática grasa no alcohólica. Como su propio nombre indica, para su diagnóstico es necesario descartar un consumo significativo de alcohol que podría propiciar el depósito de grasa en el hígado.
Se trata de la entidad que deriva con mayor frecuencia en enfermedad hepática crónica en el primer mundo y su incidencia va en aumento debido al incremento de algunos de sus factores etiológicos. Entre los factores predisponentes más frecuentes, encontramos la obesidad, la diabetes mellitus II, ciertas cirugías bariátricas, hiperlipemia, pérdida de peso rápida, algunos fármacos y desnutrición aguda entre otros. Cabe destacar que la obesidad y la diabetes mellitus II son dos de los factores predisponentes más frecuentemente asociados en nuestro medio.
La mayoría de los pacientes son asintomáticos, incluso en enfermedad avanzada, pudiendo encontrar ocasionalmente síntomas inespecíficos como astenia, malestar y molestias en el hipocondrio derecho. El diagnóstico suele venir por la sospecha en pacientes de mediana edad, obesos, diabéticos o con otros factores predisponentes, sumados a ciertas alteraciones analíticas (una hipertransaminasemia característica con valores de GPT de 2 a 3 veces superior que los valores de GOT y con cifras de GGT y fosfatasa alcalina (FA) discretamente aumentadas) y la realización de una ecografía hepática como primera elección u otras pruebas de imagen en caso necesario. La biopsia hepática confirmatoria suele reservarse a ciertos cuadros concretos debido a lo cruenta que resulta.
El tratamiento incluye evitar los tóxicos hepáticos como el alcohol o determinados fármacos, así como tratar los factores predisponentes asociados como la diabetes mellitus, la hipertensión arterial, la hiperlipemia o la obesidad. Un plan dietético elaborado por su nutricionista de referencia basado en la dieta mediterránea (baja en grasa y en carbohidratos) así como el cambio de estilo de vida (destacando el aumento de la actividad física a diario) son el pilar fundamental del tratamiento del “hígado graso”. La intención sería reducir progresivamente de peso ya que los ayunos y pérdidas de peso rápidas podrían aumentar los ácidos grasos libres e incrementar el depósito graso en el hígado. El tratamiento con fármacos se destina a aquellos pacientes con mucha fibrosis hepática o con una mejoría insuficiente tras la intervención dietética y el aumento de la actividad física.
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